lunes, 21 de enero de 2013

Capítulo 17: El mismo olor, la misma furia...



El mismo olor, la misma furia
-¡Hijos de puta! Éso son los del chárter: ¡unos reverendos hijos de una gran puuuuuuuutaaaaaaaaaaa!- la voz del cabo sonaba casi aguda en el grito con el que había acompañado el salto que lo salvaría de ser aplastado por la furia del chofer de la combi.
-¡Hi-jos-de-puta!- coreaban las mujeres del piquete encabezadas por la gorda.
El olor era el mismo: mucho sudor y poca agua y menos, mucho menos jabón. Mucho sol resecando la piel aunque en el caso del cabo estuviera cubierta por el uniforme y por la gorra.
-¡Encima que no tienen la combi en regla se vienen a hacer los matoncitos! ¡Vergüenza debería darles! … “No llegamos a tiempo al laburo”… ¡Qué carajo me importa si llegan o no a tiempo cuando no pueden ni juntar unos pesos roñosos para contribuir con nosotros, que somos los encargados de poner orden! ¡Y andando en esa porquería! ¡Ya los tengo rejunados y marcados, a la primera de cambio, por lo menos el que maneja va a ser boleta! ¡Que no se crean que se la van a llevar de arriba!-vociferaba Ortega después del susto.
-Por la ventanilla pude ver a veces alguna rubia de lo más conchetita, que me la dejen a mi, y va a ver cómo queda-terció la mujer que minutos atrás estuvo a punto de ser arrollada por Héctor y su combi.
-Ustedes, en vez de andar cortando la autopista, podrían ir a casa y atender a los hijos, digo, que acá lo único que hacen es joder
-Claro, joderlos a ustedes porque no pueden coimear a gusto.
Ortega taladró a la gorda con la fuerza de la mirada. Era un verdadero duelo el  de los dos pares de bolitas negras que lanzaban chispas de desprecio.
-¡Salgan de acá, que necesitamos la autopista libre!
-¡Nosotros estamos peleando por nuestros derechos, con un plan no nos alcanza!
-¡Qué derechos ni derechos! ¡A laburar, manga de vagos y salgan de acá enseguida! ¡Hijos de puta!
-Ché, cabo, para vos somos todos hijos de puta, los de arriba y los de abajo… ¿Qué te queda para vos? La única diferencia es que te vestís de azul. Si vivís a dos o tres cuadras de mi casa, ahí en Domínico
-¡Tomátelas de una vez y lleváte a todos éstos porque llamo al patrullero y los cagamos a gases
-Los únicos gases que vos te podés tirar son unos cuantos pedos, negro. ¡Hi-jo-de -puta hi-jo-de puta!
El coro de miserables hacía eco en contra de Ortega que, finalmente, optó por caminar hacia las casillas de peaje diciendo: Ya les va a llegar a ustedes también…”

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