miércoles, 16 de enero de 2013

Capítulo12: La coima del cabo Ortega


La coima del cabo Ortega
Otro día de calor en la autopista. El verano venía muy pesado. Las cosas iban algo mejor que un tiempo atrás, pero la gente del chárter acusaba el cansancio de los viajes y, sobre todo, de las trabas para avanzar con el vehículo. Por más que se empeñaban, siempre aparecía alguna para detenerlos, para hacerlos ir por la colectora, para que llegaran tarde a sus obligaciones.
 ¡Es la tercera vez que nos paran esta semana!, gritó, indignado, Héctor al ver a la patrulla interceptando el paso de la camioneta en la autopista.
¿Qué me van a pedir ahora? Ya jodieron con las balizas, con el botiquín y con las luces. ¿Qué van a querer hoy, si ya nos conocen y saben que somos truchos, a pesar nuestro? Ya les expliqué, les aclaré, los adorné. ¿Hoy de nuevo?
Sobre la camioneta todos empezaban a alterarse. Berna, pensando en la patrona; Gonzalo, en que llegaba tarde a Tribunales. El único que parecía en otro mundo, aunque en realidad estaba rabiando al ver a Flavia y al abogado, enfrascados en una conversación en voz bajísima, era Miguel, que matizaba sus celos con las conjeturas acerca de la reacción de Clara ante su carta.
Héctor comenzó a rascarse la oreja como buscando petróleo mientras frenaba casi encima del coche policial.
Buenos días, señor, dijo el cabo Ortega, para escuchar como devolución un buenas seco como los pastos que crecían en la ruta al calor de febrero.
“Documentos”…y el chofer sacó de la guantera una bolsita de nylon sobada y resobada para justificar que el vehículo era suyo, por lo menos.
-Usted sabe que no puede transportar pasajeros todos los días. ¿Verdad? ¿Usted sabe que este coche está trabajando en forma ilegal?
-Pero, jefe, tratamos de blanquear el charter y no pudimos, ¿Qué quiere que haga? ¿Qué me muera de hambre? Justo cuando teníamos los papeles casi listos Salió la orden que nos cagó. La gente necesita ir a la Capital, no le hago mal a nadie. La Río de la Plata no anda más. Los trenes son un asco. Por lo menos así esta gente llega a destino y está tranquila para volver también. Esta semana ya les dimos para el hogar policial
-¿Hogar policial? ¿Y el mío? ¿Sabés, negro, los problemas que tengo yo en el mío? Con lo que gano en la cana me alcanza para la comida y a gatasA la noche custodio una fábrica de galletitas, pero igual no alcanzaestá difícil.
-Para nosotros también, viejo y ustedes no dejan de manguear*.
-Bueno, pero entre todosno será tanto.
Flavia había dejado al abogado con la palabra en la boca, y, portando busto, descendió de la camioneta para ser desnudada por los ojos  del coimero.
Mire, doña, vuelva a subir que acá no tiene nada que hacer, le dijo el policía, incómodo.
La uruguaya avanzó hasta quedar a pocos centímetros del pecho del hombre haciéndolo retroceder. Por favor, oficial””, le dijo. “Esta semana perdónenos la vida. Es casi fin de mes y estamos tan pobres como ustedes, agregó la rubia, acompañando el ruego con un abanico de pestañas en vaivén.
Señorita, no se trata de pobreza, es que ustedes están viajando en un auto fuera de la ley, y yo soy la ley acá.
Bueno, oficial, pero si le prometemos que la semana que viene juntamos algo para usted,  ¿no nos deja seguir?”, volvió a la carga la uruguaya.
Los de arriba del chárter, al ver que el policía comenzaba a derretirse en parte entre las rodillas de la rubia, iniciaron a su vez el aguante casi casi futbolero: ¡Qué nos largue! Que nos largue!”, gritaban a coro.
La vieja comenzaba a cambiar de color como si estuviera en Hiroshima mientras hacía girar el rosario a velocidades vertiginosas.
Al policía se le erizaron los pelos debajo de la visera, y bajó las cejas en una señal que fue interpretada por todos como una claudicación.
Fernando le gritó a Héctor: Dale, subí  de una vez y la semana que viene vemos Y la uruguaya aprovechó para treparse a la camioneta mientras el policía se consolaba en la contemplación de sus glúteos redonditos y sus muslos torneados.
Esta vez, la astucia, la lascivia y la unión de todos habían triunfado por sobre las ganas de coimear del cabo Ortega.

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